La calidad de vida de un país se mide en el trato que los más débiles, a saber, niños, mujeres y ancianos, reciben. Si solamente empezamos con el primer grupo, al que habría que añadir a los adolescentes, el Ecuador es un país con muy bajas calificaciones.
No sé en qué habrá parado el viejo ofrecimiento del Ministerio de Educación, que tantas jornadas de lucha demandó de miles de jóvenes, de entregarles un carné que les permitiera descuentos como usuarios del transporte público. Los aguerridos muchachos de algún colegio público secuestraron al ministro Vallejo hasta arrancarle la promesa de que el plan de otorgarles carné concluiría. ¿No es simplemente increíble que el Estado y las autoridades de una ciudad nos priven de derechos básicos?
Diariamente, observo a decenas de pequeños y jovenzuelos aguardando largos minutos hasta que un atestado autobús haga la caridad de llevarlos: parados, estropeados, humillados.
Los tontos que vamos a buen resguardo en el autobús de alguna institución privada o en nuestros propios coches pensamos: "Así se trata a los pobres", sin darnos cuenta de que el acceso a la educación pública, el transporte y demás servicios de calidad no son las dádivas que el Estado puede o no repartir a "los pobres", sino derechos ciudadanos universales e irrenunciables.
En una de las recientes manifestaciones de protesta de los jóvenes del Colegio Nacional Mejía en contra del alza del precio de la leche, Javier Gallardo, de 17 años, perdió su ojo izquierdo por el impacto de una bomba lacrimógena lanzada por la Policía. Su madre, una mujer del pueblo, sensible y llena de talentos, habla de "la entrega" de su hijo y refiere que algunas personas le expresan reconocimiento por la lucha del chico, que expresa la lucha de todo el pueblo.
Mas, si hubiera una Policía profesional y disuasiva, seguramente Javier no habría tenido que "entregar" sus preciosos ojos; si el sistema educativo tuviera mejor calidad y la sociedad en su conjunto fuera más democrática y menos autoritaria, los muchachos del Mejía o de otros colegios públicos no tendrían como única vía de expresión política las pedradas y la forzosa adscripción a anacrónicas agrupaciones maoístas. Si la justicia y la legalidad funcionaran, el desafortunado policía que hiriera de gravedad a un joven tendría que ser ejemplarmente sancionado.
Los licenciados del Colegio Nacional Mejía emplean categorías como "estar en una merienda de negros" antes de señalar a sus alumnos negros y proferir en carcajadas. ¿Qué dicen los jóvenes líderes de esta institución sobre estructuras autoritarias y racistas que se manejan allí? ¿Cuándo denunciarán ante la opinión pública los maltratos que sufren ya no solamente de parte de choferes de autobuses y Policía, sino de sus propios profesores, altas autoridades, líderes propios? Pueda ser que el que volvamos los ojos al emblemático colegio capitalino no implique hacer la revolución, pero ya es algo.
Patrón Mejía
Publicado el 11/Mayo/2010 | 00:08
Por Cecilia Velasco
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PERIODICO HOY
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Ja ja ja ja ja.................
con mucho respeto y admiracion por el gran ensallo escrito y la gran descripcion de la realidad, tengo q acotar que como estudiante del mejia, que aunque no egrese ni sigo estudiando en el INM porque tuve q emigrar te recuerdo que el colegio mejia es un colegio laico y si se dan frases burlonas racistas mira a tu alrededor son frases de pueblo de ecuador como ejemplo si aqui en USA donde recido se dice negro (NIGGA) la persona se atiene a ser calificada como racista y puede obtener problemas pero en ecuador es asi como nos tratamos longo cholo negro manaba quiteno etc. cuando eso se abolesca en los colegios sera derrocado el nacionalismo racismo etc.
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